Internet se ha convertido en una herramienta que ofrece a las empresas múltiples posibilidades. Además de permitir adaptar las opciones tradicionales de comercio a las nuevas tecnologías, también posibilita generar otras iniciativas que pueden dar óptimos resultados.
Xabier Otazu 24/01/2006
Para las empresas, en la historia de Internet se pueden distinguir tres etapas. Una primera etapa de “introducción” en las que la mayoría de las empresas no prestaban demasiada atención a esta nueva tecnología.
Una segunda etapa de rápida extensión o “boom” en la que todo el mundo quería estar en Internet, se aplicaba la máxima: “si no estás en Internet, no existes”. Esto generó proyectos, en ocasiones excesivos, que fracasaron por haber sobrevalorado la capacidad que tenía la Red en ese momento. Y se crearon, también, gran cantidad de páginas de escasa o nula actualización que ejercían una especie de papel de folleto publicitario maltratado (muchas siguen siendo esto).
Por fin, una tercera etapa y última, en la que nos encontramos desde hace no mucho, en la que la Red es utilizada por las empresas de manera más racional y en la que una entidad, antes de entrar en la world wide web se pregunta qué es lo que persigue con su presencia.
Esta etapa aprovecha lo mejor del boom, aprende de aquellos errores y disfruta y se beneficia de las creaciones que se generaron durante la segunda etapa, que se ha demostrado como imprescindible en la evolución de la red de redes.
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